jueves, 3 de julio de 2008

El callejón de las vanidades

El pasado día 30 un toro saltó la barrera a la altura del tendido 3. El animal volvió al ruedo, sin causar ningún problema, por la puerta de caballos. Diferente sería la crónica del acontecimiento si al toro le hubiera dado por saltar la barrera en el tendido 1. Hay tanta aglomeración de gente que difícilmente se hubiera podido evitar algún percance grave.
Con el beneplácito de la autoridad gubernativa que ostenta la Junta de Castilla y León y la complacencia del propietario de la plaza, que es el Ayuntamiento, el callejón se ha convertido en un lugar reservado para dejarse ver por parte de aquellas personas que necesitan una inyección de autoestima.
Son muchos quienes han de estar en el callejón al servicio del espectáculo taurino que se esté celebrando. Todos han de tener su sitio reservado con las condiciones de seguridad necesarias. Sin embargo, sobran todos los políticos y personajes de diferente condición que no tienen nada que ver ni nada que aportar al festejo.
Esta gente, aficionados de nuevo cuño, no utiliza el callejón para entrar gratis a la corrida, pues puede recurrir a otras localidades a las que tiene derecho. Van al callejón a que les vean. Se pavonean durante la celebración del espectáculo intentando que todo el mundo se entere de que están. Una vez en su casa, tras comentar con su familia las cargas que tiene el desempeño de un  cargo público que les obliga a ir a los toros, se sentarán ufanos ante el televisor exclamando ¡qué importante soy! ¡voy al callejón!

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