martes, 10 de agosto de 2021

El blanqueo



El País

10 ago 2021

No se pue­de de­cir que son los par­ti­dos po­lí­ti­cos los que blo­quean la re­no­va­ción del Con­se­jo Ge­ne­ral del Po­der Ju­di­cial cuan­do es uno, el Par­ti­do Po­pu­lar, el que lo ha­ce, in­cum­plien­do la Cons­ti­tu­ción


La forma de nombramiento de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y la duración de sus mandatos se dirige a asegurar que su “composición refleje el pluralismo existente en el seno de la sociedad y, muy en especial, en el seno del Poder Judicial”, como estableció el Tribunal Constitucional (TC) en su sentencia 108/1986. Esa finalidad de reflejo del pluralismo —que expresa la quintaesencia de la organización del CGPJ— ha quedado arruinada cuando en dos ocasiones, al llegar al término de su mandato, un partido político con minoría de bloqueo tras perder unas elecciones se niega a renovar el CGPJ con los más fútiles pretextos (se tiene minoría de bloqueo cuando sin tener mayoría su participación es imprescindible para conseguir los tres quintos de los votos de las Cámaras). Con tal negativa del principal partido de la oposición se pretendería que la composición del CGPJ —configurada cuando tenía mayoría en ambas Cámaras— continúe después de que, tras las elecciones, esa mayoría ya es otra distinta. Así se viola la voluntad constitucional de reflejo del pluralismo que constató la citada sentencia 108/1986 del TC.


Las justificaciones que se han dado para tal bloqueo no sólo son fútiles, sino preocupantes desde un punto de vista democrático, además de no responder a la realidad. No puede decirse que no se negocia mientras siga el Gobierno de coalición, pues se trata de un Gobierno legítimo con independencia de que guste más o menos o nada a la oposición; negar eso es negar democracia misma. Tampoco puede justificarse el bloqueo aduciendo que no gusta el sistema de designación de los vocales judiciales pues ese sistema es el aprobado en 2013 por unas Cortes que controlaba el partido que hoy bloquea su renovación y conforme al cual se hicieron los nombramientos de los actuales miembros del CGPJ, hoy caducado desde hace casi tres años. Hay que recordar, además, que, en lo que respecta a los 12 miembros procedentes de la carrera judicial, de lo que se trata es de que ambas Cámaras elijan no libremente, sino de entre la amplia treintena de jueces y magistrados propuestos y avalados directamente por estos últimos o por las asociaciones judiciales de acuerdo con la citada reforma de 2013.


Resulta preocupante que el principal partido de la oposición falte a sus obligaciones constitucionales en lo que podría considerarse una especie de golpe de Estado al funcionamiento de una de las instituciones del mismo que se prolonga en el tiempo cada vez que pasa a la oposición. Una especie de golpe de Estado repetido y persistente por cuanto altera, fuera de las vías constitucionales, el normal funcionamiento de poderes e instituciones del Estado en aspectos esenciales.


Desde la esperanza de que acabe volviendo a la senda constitucional, aunque se haya consumado ya el daño de nombramientos que deberían haberse realizado por otro CGPJ, se hacen las presentes reflexiones que no pretenden sino contribuir a aclarar las cosas y evitar la confusión que en la sociedad se ha creado en torno a esta cuestión. En efecto, lo preocupante no es ya el comportamiento del principal partido de la oposición, sino que la sociedad no se haya acabado de percatar de la gravedad de lo acontecido. Y no se ha percatado por un blanqueo consciente o inconsciente de una conducta como la señalada; blanqueo propiciado a veces por formadores de opinión —a través de gran parte de la prensa, radio y televisión, y otros medios y redes— que urge desvelar para acabar con esa “traición de los intelectuales” (La Trahison des Clercs) que denunciara Julien Benda. El blanqueo se produce, por ejemplo, cuando se dice que los partidos políticos son los responsables del bloqueo, cuando se sabe que no son todos los partidos los que lo hacen, sino uno bien concreto que, además, explica por qué lo hace. Cuando se sabe además que los nombres han llegado a estar pactados por los negociadores y que lo que explica tal bloqueo —aparte de injustificados vetos sobrevenidos— no es, en definitiva, sino la voluntad de que el Consejo caducado fuera el que continuase haciendo nombramientos para órganos judiciales y eventualmente constitucionales; nombramientos fuera de término por un CGPJ que no es el que debía hacerlos. Con ello se pone en entredicho la independencia e imparcialidad del Poder Judicial y la de los demás órganos con relevancia constitucional al hacer patente la manipulación del sistema.


Se produce también el blanqueo cuando se viene a justificar el bloqueo al criticar el sistema de designación alegando preferencias particulares por otros sistemas, pues al margen de que nuestro TC ya ha declarado su constitucionalidad, el mismo es muy superior en garantías a la mayor parte de los europeos y es, además, el sistema de la ley de 2013 que se aprobó, precisamente, a propuesta del Partido Popular modificando la Ley Orgánica del CGPJ de 1985. No pueden cambiarse las reglas del juego en mitad del partido, ni pretender que se cambie la regla sobre lo que es penalti después de que el árbitro haya pitado uno, aduciendo que sería mejor fijar otra regla distinta que se considera mejor.


Igualmente se han llegado a producir blanqueos sorprendentes, como el de decir que el bloqueo se debe, en parte, a que el presidente no llama a Casado u otras afirmaciones del mismo tenor que buscan encontrar un corresponsable que difumine la responsabilidad de su único causante.


Se blanquea asimismo, aunque sea inconscientemente, cuando algunas asociaciones judiciales denuncian en Bruselas el retraso en la renovación, pero sin señalar quién es su autor imputándolo de forma elusiva a todos los partidos políticos y, sobre todo, cuando la denuncia no se centra en esa clara violación, sino en una embrionaria proposición de ley que no había iniciado el trámite parlamentario (luego retirada) y que suponía una desafortunada respuesta al bloqueo mismo. En definitiva, el único incumplimiento real, persistente y manifiesto del bloqueo quedaba difuminado en un totum revolutum donde aparecía también el sistema de elección de los jueces. Con esa difuminación sobre quién es el responsable del bloqueo y sobre su gravedad —al enfatizar otras cuestiones no comparables en su importancia y realidad— se acabó ofreciendo, objetivamente, una justificación al único incumplimiento real de obligaciones constitucionales que existe en nuestro país.


La cuestión de la deliberada inobservancia de obligaciones constitucionales es de enorme relevancia en el momento actual, pues, aparte de las graves dificultades derivadas de la pandemia y de la recuperación económica, nuestro país tiene un problema grave con la cuestión del independentismo catalán. Es difícil saber qué estrategia es la mejor para solucionarlo, pero desde luego la misma pasa por un estricto respeto a la Constitución, a sus procedimientos de reforma y al reconocimiento de la diversidad de sus nacionalidades y regiones. Nuestra Constitución no ha consagrado una democracia militante que imponga obligaciones determinadas de afecto hacia España o sus regiones, pero lo que sí impone es la obligación de observancia de la Constitución mientras no se modifique por los procedimientos en ella establecidos. Pues bien, mal se puede exigir esa observancia de la Constitución —observancia imprescindible en la estrategia de arreglo de nuestro problema principal— si se empieza por incumplir obligaciones constitucionales por quienes gustan de llamarse, de forma excluyente, “constitucionalistas”.


La democracia no se basa en sentimientos —aunque los pueda conllevar, desde luego, sin ser incompatible, ni mucho menos, con ellos—, sino en el respeto de las reglas del juego y de los valores compartidos de sus derechos fundamentales. Las obligaciones cuyo cumplimiento identifica a los demócratas, como los mandamientos, se resumen en dos: el primero, honrar la Constitución cumpliendo las obligaciones que impone y el segundo, no tomar su nombre en vano.

To­más de la Qua­dra-Sal­ce­do Fer­nán­dez del Cas­ti­llo es ca­te­drá­ti­co emé­ri­to de De­re­cho Ad­mi­nis­tra­ti­vo de la Uni­ver­si­dad Car­los III. TO­MÁS DE LA QUA­DRA-SAL­CE­DO


domingo, 8 de agosto de 2021

Este soy yo


Este soy yo
Nací en Burgos el 8 de febrero de 1955, en la calle Hospital Militar, donde mis padres tenían una panadería. Soy el menor de tres hermanos. Me crié en el barrio de San Cosme y alrededores. El Liceo Castilla de la calle Concepción fue donde cursé mis primeros estudios.
Mi padre y mi tío sufrieron prisión por sus ideas políticas. Tal vez, debido a su influencia, yo siempre he sido, y espero continuar siéndolo, un inconformista y un rebelde contra la injusticia y la opresión.
De muy joven, me sentí muy atraído por los movimientos contraculturales que existían en Europa a finales de los años 60 y principios de los 70. Para impregnarme de ellos, decidí conocerlos “in situ”, así que, ni corto ni perezoso, emprendí la aventura de viajar por toda Europa. Fue toda una experiencia el deambular y participar de lo que entonces considerábamos un paraíso de la libertad. Después de seis meses de no parar, tuve que volver a Burgos y reanudar mis estudios.
En 1973, un vasco que hacía la mili en la ciudad, me convenció para que empezara a militar en el movimiento trotskista, lo que hice con la misma intensidad y pasión que pongo en cada una de las actividades que emprendo. En estos años, adquirí amplios conocimientos de las corrientes ideológicas de izquierdas y una manera de afrontar los problemas que hoy me sigue guiando. Recordaré siempre las intensas y prolongadas conversaciones con Esteban Granado en la trastienda de su librería. Esteban es la persona a la que más he admirado intelectualmente y, es posible, que la que más ha influido en mi formación.
Como el ambiente político que se respiraba en Burgos distaba mucho de responder a mis inquietudes, me trasladé a Madrid a estudiar COU, aunque en realidad lo que hice fue meterme en política hasta las cejas. En mi ilusión por difundir las ideas del cambio de régimen y el paso a la Democracia, desarrollé una actividad política muy intensa en Enseñanzas Medias y Universidad hasta que, en junio del año 1975, fui detenido en una asamblea clandestina que estábamos celebrando en un colegio público del barrio de San Blas.
Las autoridades franquistas me impusieron una multa de orden público por la que ingresé en la prisión de Carabanchel durante un mes. Antes, hube de pasar cinco días, que me parecieron cinco años, en los calabozos de la policía de la Puerta del Sol. Acabaron procesándome por asociación
 ilícita y propaganda ilegal. Recuerdo que el único vínculo que tuve en ese tiempo con el mundo fue la tenue voz de un ciego. Luego averiguaría que el hombre en cuestión pasaba sus días, uno tras uno, sin faltar nunca a su cita, en la calle Carretas.
Al salir de la cárcel, regresé a Burgos, donde paré poco tiempo, pues enseguida tuve que incorporarme a la mili. Me mandaron a la otra punta del país, nada más y nada menos que a Ceuta. Mi llegada al cuartel fue inolvidable. Dos funcionarios del Servicio de Información Militar me esperaban para notificarme la amnistía. El ambiente no era fácil aún, a pesar de lo cual formamos Comités de Soldados para permanecer vinculados con la realidad política y difundir propaganda que traíamos de Sevilla. Recuerdo que a un compañero le encontraron estas publicaciones, por lo que fue arrestado en los calabozos durante seis meses.
Terminé el servicio militar en julio del año 1977 después de que me prolongaran quince días la fecha de licenciamiento. Mientras toda España celebraba las primeras elecciones democráticas en junio de 1977, yo me encontraba haciendo maniobras militares en Almería. Nunca he sabido si esta prórroga forzosa fue accidental o premeditada.
Terminada la mili, trabajé en diferentes lugares hasta que, en 1978, ingresé en L'Oreal, empresa a la que he estado vinculado hasta marzo de 2014. Tener un puesto de trabajo te garantiza la independencia y la libertad necesaria para dedicarte a la política. Además, el no estar demasiado tiempo continuado dedicado exclusivamente a la actividad pública y poder regresar a tu puesto de trabajo es muy saludable para mantener los pies en el suelo.
Me afilié a UGT en el año 1979 y fui elegido responsable de Negociación Colectiva en la Comisión Ejecutiva Nacional de la Federación de Industrias Químicas. Trabajé durante cuatro años en Madrid con Matilde Fernández, Pepa Pardo y Esther Cabezudo. El trabajo sindical que desarrollamos tiene todavía su plasmación en el Convenio General de Industrias Químicas. Matilde me ha influido mucho personalmente. Ha sido un privilegio trabajar con personas como ellas.

En 1983, volví a mi ciudad. Me propusieron participar en las elecciones municipales y salí elegido concejal del Ayuntamiento de Burgos. Reelegido en 1987 en la lista encabezada por Pedro Díez Labín -una de las personas más afables y luchadoras que he conocido- también tuve la oportunidad de ser diputado provincial.
Un año después, inicié nuevas tareas políticas que me mantuvieron fuera de Burgos un largo periodo de tiempo. Primero, como gobernador civil de Ávila, provincia hermana que me acogió muy bien desde el primer día y donde tuve la oportunidad de conocer a fondo la Administración General del Estado. De allí fui a Extremadura. En 1990, ocupé el cargo de delegado del Gobierno en esta Comunidad, con sede en Badajoz. Durante tres años, conocí la realidad social de esta tierra, tan bien reflejada en la magnífica obra de “Los Santos Inocentes”. Afortunadamente, el trabajo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra al frente de un Gobierno comprometido con su tierra ha cambiado radicalmente Extremadura. Los pueblos y ciudades extremeñas disponen ahora de unos servicios de los que carecían y sus habitantes se sienten orgullosos y esperanzados.
De Extremadura regresé a tierras castellanas para estar al frente de la Delegación del Gobierno en Castilla y León, donde permanecí poco tiempo pues, transcurrido escasamente un año, Juan Alberto Belloch me propuso ser director general de la Policía, cargo que ocupé durante tres años, hasta 1996.

Una de las anécdotas personales más curiosas que viví durante ese tiempo, intrascendente desde el punto de vista social y político pero humanamente enriquecedora, fue cuando me entregaron mi propia ficha policial y visité el calabozo donde estuve detenido en la Puerta del Sol. En el ejercicio de este cargo, pude comprobar que los españoles tenemos una de las mejores policías del mundo. Fueron unos años muy complicados en los que la lucha contra el terrorismo de ETA y la detención de Roldán exigió una atención preferente de estos profesionales. Personalmente, estoy muy agradecido al Cuerpo Nacional de Policía por la calidad humana de su plantilla, de la que guardo un gratísimo recuerdo y con la que mantengo magníficas relaciones.

En el año 1999, participé en una de las experiencias políticas y personales más positivas que he conocido: la celebración de unas elecciones primarias para decidir el candidato a alcalde por el PSOE de Burgos. Este hecho dinamizó la democracia interna y supuso un revulsivo extraordinario al hacer posible que más de 1.000 personas eligieran en votación secreta al candidato socialista.
Contrariamente a lo que a veces sucede, la competencia estrechó la colaboración política y la amistad personal y mutua con Luís Escribano, por lo que configuramos una magnifica lista electoral que, mediante acuerdos con otras opciones políticas, posibilitó que fuera elegido alcalde de Burgos tras las elecciones celebradas el 13 de junio de 1999.
El 2 de julio de 1999 constituye ya una fecha histórica en nuestra pequeña historia local, pues, por primera vez, Burgos eligió un alcalde socialista. Siempre lo había dicho y tuve la oportunidad de corroborarlo: para mí, no hay nada más satisfactorio que ser alcalde de tu pueblo o ciudad. Es uno de los cargos en los que mejor he trabajado y me he sentido, por la cercanía y proximidad con la que se afrontan los problemas, por la posibilidad que te ofrece de estar a pie de calle, en contacto permanente con los ciudadanos. Esa ilusionante legislatura supuso un cambio de orientación de la ciudad que, desde entonces, mira al futuro con más optimismo y confianza en sus propias posibilidades.
En las elecciones celebradas en los años 2003 y 2007, el PSOE obtuvo los mejores resultados de toda la época democrática, aunque no fueron suficientes para continuar gobernando.
En estos años en la oposición, he continuado trabajando con las mismas ganas e interés por Burgos y los burgaleses.
En el año 2011 dejo de ser concejal al no presentarme a las elecciones.
El 1 de marzo de 2014 dejo de trabajar en L'Oréal.
El 8 de junio de 2018 he sido nombrado Secretario de Estado de Defensa. Es un honor para mi el desempeño de este cargo al servicio de España compartiendo esfuerzo y trabajo con Margarita Robles y el gobierno socialista del presidente Sánchez que tanta ilusión y esperanza ha despertado en la sociedad española.
El 23 de junio de 2020 dimito como Secretario de Estado de Defensa recuperando la condición de jubilado.
Han sido dos años muy felices en el Ministerio de Defensa pero necesito recuperar mi vida personal para dedicarme a actividades que no puedo desarrollar ocupando un cargo público.
Desde entonces tengo una actividad montañera bastante intensa.