Desde que en el mes de julio de 2004 se aprobara el nefasto convenio por el que el Ayuntamiento adquiría el colegio mayor Peña Amaya, la primera declaración sensata del PP la hizo hace unos días Eduardo Villanueva, quien dijo que la prudencia aconsejaba no realizar el albergue en el Peña Amaya.
Si el Ayuntamiento considerara prioritario construir un albergue juvenil, reitero nuevamente que, en la medida que ello sea posible, todos los nuevos edificios públicos debieran ubicarse en el entorno del bulevar ferroviario. De esta manera, las inversiones públicas constituirían el motor de desarrollo de un espacio que la iniciativa privada, por sí sola, no sería capaz de hacer y se aliviaría el tráfico rodado en Burgos, al situarse a lo largo de un recorrido que debe estar perfectamente comunicado por el transporte público.
La elección del tramo del bulevar donde levantar el albergue depende de las posibilidades que proporcionen las diferentes propiedades municipales y también de satisfacer, en terminología de Jordi Borja, los derechos ciudadanos al espacio público y la monumentalidad y el derecho a la centralidad.
El equipo redactor del nuevo Plan General de Ordenación Urbana también ha manifestado su intención de que en la ciudad existan nuevas centralidades polivalentes que posibiliten la integración social y la identificación ciudadana con el espacio en el que viven. La utilización de un edificio público como elemento simbólico, y de los espacios públicos en los que se integra, proporcionan visibilidad e identidad al barrio en el que se sitúa.
A lo largo del bulevar, hay muchas zonas residenciales carentes de identidad. Un nuevo edificio público permitiría identificar esos espacios y sería motivo de orgullo para los habitantes del entorno. Ahí radica la importancia de dedicar atención y cariño a los espacios públicos en lugar de tratarlos como zonas residuales, que es el carácter que adquieren cuando el urbanismo está dirigido por opciones políticas conservadoras.
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