Buscando permanentemente excusas de mal pagador, el alcalde ha decidido no aplicar el acuerdo de condiciones comunes de todo el personal del Ayuntamiento que firmó, a bombo y platillo, poco antes de celebrarse las pasadas elecciones.
Esta es una de sus características: supeditar toda su actuación a la rentabilidad partidaria y electoral a cortísimo plazo aunque ello suponga perjudicar a los intereses generales de al ciudad.
Es inconcebible que se firme un acuerdo y luego no se quiera cumplir. Está más que justificado el conflicto pues en cualquier organización esta aptitud supondría el despido o la dimisión del responsable.
Es un asunto muy serio porque afecta a una cuestión sustancial en las relaciones laborales y personales: el valor de la palabra de los interlocutores. Con este episodio se demuestra que la palabra de Aparicio vale muy poco.
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