Aparicio está sembrando la ciudad de objetos que él ha encargado a su gusto. Una de las características comunes que tienen todas estas obras es que han sido realizadas previa designación por su parte de los artistas que, según él, son merecedores de hacer una obra para el ayuntamiento con la finalidad de incorporarse indefinidamente en al paisaje urbano.
Entre los derechos que tenemos todos los ciudadanos se incluye el que por parte del ayuntamiento se adopten las medidas, racionalmente exigibles, para que las intervenciones urbanas tengan una mínima calidad. Igualmente, tenemos el derecho a que se intente que la selección de las obras que se coloquen en los espacios públicos sean elegidas con criterios objetivos y sin discriminar a unos artistas con relación a otros.
Los buenos artistas ungidos por el dedo de Aparicio no obtienen ningún beneficio de esta práctica pues siempre existirá la duda de si su propuesta hubiera sido la elegida en el supuesto de que se produjera el conveniente contraste. Los mediocres son los únicos beneficiados, pues su obra nunca merecería ser incorporada al patrimonio público de la ciudad con la singularidad que significa la ocupación del espacio público.
Es conocido que, en países no democráticos, las intervenciones artísticas estaban sometidas a los criterios estéticos del poder. El canon Aparicio, poco a poco, se va definiendo: se empieza por exigir la colocación de las baldosas de un fabricante en cualquier urbanización, se continua exigiendo que siempre se utilicen el mismo tipo de luminarias, luego se encargan siempre los proyectos de urbanización a los mismos ingenieros de caminos y se coloca la guinda de encargar una escultura a quien trabaja según sus gustos. Un canon rancio, gris, escasamente innovador y que no soporta el debate público.
El concurso público es el procedimiento adecuado para que el arte en la calle sea motivo de orgullo de todos los burgaleses. No sería demasiado pedir a Aparicio que no nos condene a los burgaleses a envidiar permanentemente a tantas ciudades que en España y en el mundo están incorporando arte de calidad en los espacios urbanos.
2 comentarios:
En los antiguos paises del este había más gusto que la bazofia que nos ofrece Aparicio.
Este hombre no vive en el siglo XXI, está anclado en el XIX
Me gustaría que se arreglara el monumento de los rotarios. No es decente que se mantenga roto después de tantos meses.
Coincido contigo. Poner una obra en la vía pública exige ganárselo porque se tenga un prestigio que nadie discuta o porque se gana un concurso.
No me gustan nada las esculturas que se están colocando en la ciudad. Trasnochadas y de dudosa calidad.
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