jueves, 28 de octubre de 2010

Auctoritas

Entre las personas que desempeñan cargos de responsabilidad con trascendencia pública se suele confundir el poder con la autoridad.

Es habitual escuchar a ciertos “sabios” de la economía recetas para salir de la crisis económica que ellos crearon por su codicia. No se contentan con haber llevado al desempleo a millones de personas y ahora pretenden seguir dando lecciones e imponiendo su política ultraliberal aunque ello lleve aparejado más paro y mayor desigualdad social. El poder de estas personas llega hasta el punto de ser premiados con la presidencia de grandes entidades financieras en España. Aún a pesar de que los gobiernos no sean capaces de relegar a estos personajes al olvido, los ciudadanos sí que podemos decirles que nos dejen en paz. No tenemos más remedio que soportarles, pero no aceptamos que pretendan darnos lecciones porque nos repugna.

Con la crisis proliferan estas actitudes que no son nuevas en la vida pública. Los delincuentes reprenden a los ciudadanos por ser honrados, los divorciados hablan de las virtudes de los matrimonios estables y los que se aprovechan de la administración pública en su beneficio personal argumentan sobre la ejemplaridad de la vida pública.

Las personas que ocupan un cargo público deben predicar con el ejemplo. Quien no esté dispuesto a vivir conforme a las ideas que defiende públicamente se debiera abstener de ocupar un cargo público al igual que no debiera ser socialmente asumible que ocupen cargos representativos personas que no hayan demostrado fehacientemente su honradez en su trayectoria personal y pública.

Los políticos deben aceptar todo tipo de críticas. Pero no tienen por qué soportar en silencio la censura de quienes no tienen ninguna autoridad moral para criticar a los demás.

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