Hace cuatro años Herrera afirmó que el 29 de junio de 2009 ingresaría el primer paciente en el nuevo hospital.
Queda muy poco tiempo para demostrar esta falsedad, aunque ya se puede afirmar que será imposible que, en esa fecha, algún paciente sea atendido en un hospital que no estará en servicio.
No es excesivamente importante que no se cumplan los plazos previstos en esta gran obra. Normalmente, estos grandes proyectos se estudian poco durante su elaboración y trámites de aprobación administrativa, lo que ocasiona problemas en su ejecución que impiden cumplir los plazos previstos. Es una característica que afecta por igual a cualquier gran obra pública o privada.
Con ello se pondrá de manifiesto que uno de los pilares que justificaron esta encubierta privatización de la sanidad pública era falso. Se dijo que mediante este sistema se garantizaba que el hospital se construiría y entraría en servicio mucho antes que si la gestión fuera totalmente pública. Nunca se han molestado en argumentar tal afirmación porque ello supondría que la Junta de Castilla y León reconocería su propia incapacidad para gestionar los asuntos públicos.
La eficiencia en la gestión no depende de la titularidad de la obra. Depende de la capacidad de quien la dirige y de que se pongan todos los medios necesarios para que se realice en condiciones óptimas.
Demostrada la falsedad del argumento de que esta obra se terminaría antes por ser gestionada por empresas privadas, tampoco se tardará mucho en comprobar que no mejorarán los servicios sanitarios y que la gestión privada es mucho más cara que la pública.
La calidad del servicio público sanitario seguirá dependiendo de la buena voluntad, calidad y entrega de sus profesionales, que tendrán que seguir soportando una deficiente dirección carente de objetivos claros.
Que el coste sanitario será mucho más caro a consecuencia de esta privatización encubierta, ya se ha demostrado internacionalmente. Desgraciadamente, en Burgos, no tardaremos en comprobarlo.
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