Aparicio ya ha encontrado el sitio donde colocar el “pongo” que nos recuerde a un toro bravo. En la confluencia de la calle Concordia con la avenida del Cid, en el futuro, nos encontraremos con este objeto en medio de una fuente ornamental. El lugar elegido, urbanísticamente hablando, no tiene nada que ver con la antigua plaza de toros de los Vadillos pero el alcalde opina que esta nimiedad no puede impedir que ejecute su capricho.
No conozco a ninguna persona relacionada con la cultura o el urbanismo que avale o defienda esta agresión que está sufriendo la ciudad de manos de Aparicio. El alcalde, evidentemente, quiere demostrar que vale más su opinión que la del resto de la ciudad. No admite asesoramiento alguno y se cree en posesión de la verdad en este empeño en convertir a Burgos en una ciudad fallera durante todo el año aunque sin la calidad artística que si tienen, en general, las fallas.
La soberbia no tiene límites. Estos objetos, al igual que los colocados en la calle la Puebla y en la calle San Lesmes han sido criticados y desaconsejados por la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural que reitera periódicamente su preocupación por las intervenciones urbanas del equipo de gobierno municipal. Echo en falta que esta inquietud se traduzca en decisiones administrativas que remedien el destrozo pero al parecer, la Junta de Castilla y León prefiere no llevar la contraria a sus correligionarios en Burgos antes que defender los Bienes Patrimonio de la Humanidad.
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